Simposios.

2011/06/27

¡Celebramos convención! Nos han convencido de que una cárcel donde sólo estemos nosotros es poco rentable y la rellenan con la flor y nata del sinvergonzoneo.

La primera en llegar es doña Esther Linas, maestra de póker modalidad cacereña (si haces trampas te dan leña). Viene con la condicional por un pequeño asunto de contrabando de violas. Siendo, según ella, inviolables sus derechos, se sintió violada cuando una guarda con uniforme violeta le quitó sus instrumentos de  manera violenta. Y encima le cantó “La Violetera” a dos voces, por turnos. Queda a nuestro cuidado. “Si haces algo malo”, le han soltado, “esta vez no te libras, Esther Linas.”

En autobús, desde Oviedo, llega Armando Lorido, “el resentido”, capaz de guardar rencor a un grifo. Su especialidad, los esquimales, a quienes ha esquilmado sus pensiones de modo reiterado en los meses de  verano, mientras hacían la siesta. Viene sin grilletes, según él por amistad con un alto cargo. La verdad, nosotros lo sabemos, porque no le pegan nada con los pendientes de porcelana que lleva. Le dan la celda seis, sin ratas. Ahí sí que se nota lo del alto cargo. Cuando ve sus compañeros de celda, va a la calle a buscar ratas.

Uno de los pesos pesados de los bajos fondos, Aitor Kemada, quiere celda individual. Lo comprendemos, porque no cabrían ni el fax ni la secadora. Viene con una gran reputación en el negocio de la limpieza. Deja como los chorros del oro las cajas fuertes por dentro. Se le asigna su custodia a Onofre Nado, coleccionista de huevos duros. Entre ambos, llevarán la talla de maderas finas, para que los guardias no nos endiñen con palos demasiado gordos ni demasiado largos.

El resto de los muchachos, llegados desde todos los puntos cardinales, con muchos puntos y muchos cardenales, se ha ido acomodando como ha podido. De la comida no se ha quejado nadie, porque no es miércoles y, por tanto, no hay. Y, tras colocar los equipajes, se ha comenzado a preparar el escenario en el gran patio, colocando sillas, escenario y papeleras reciclables.

Tras la charla inicial, dando la bienvenida a todos, se ha leído el programa, que prevé actividades para dos días. Como hemos empezado a pegarnos muy fuerte con las botellas y las barras de pan de centeno de 1.980, los guardias nos han vuelto a meter a todos en las celdas con un cierto desorden, incluyendo pensionistas que venían por la copita del fin del festejo. Nosotros, siempre atentos, confeccionamos el presente artículo sobre los simposios, que citará brevemente dos modalidades: los simplosios, reuniones sin importancia, o los llamados maítines, si se celebran en conventos y tempranito.

A partir de nuestra experiencia, éstas son algunas de las notas de nuestro futuro trabajo de investigación:

Según la clase social, la gente se arrejunta, se amontona, se reúne o multitudina, se agolpa y empuja o, si hay dinerito y traductores, se mitina, convenciona o simposia entre sí. Procure no codearse usted -con toda su buena fe- con unos que se están arrejuntando por no casarse y dé un discurso correcto pero le partan la boca.

 En datos, sabemos que la primera reunión oficial, pesadísima, se produjo en el período Plastaceno, si bien la hora no ha sido precisada; y que no se preparaban bien los puntos. Y con las comas es que daba asco, con problemas de asfixia para los que leían las cosas a tratar.

Meses más tarde, los Reyes Catatónicos, con pies recién lavados, lograron reunir a menos de quince metros a su Corte y Confección. Se establecieron así los consejos de ministros, entre ellos que se lavaran de pies para arriba, aunque fuera de pie.

Llegó el siglo XX y reuniones que empezaban con dos idiotas de distintos países hacían que se reunieran de la noche a la mañana doscientos mil para pegarse tiros alternativamente. El que moría, según las reglas, no tenía derecho a su turno de tirar.

En el siglo siguiente, donde mucho más de dos idiotas se han juntado con los de antes para los mismos resultados, se han conseguido organizar reuniones inútiles hasta el más mínimo detalle, salvo el de por dónde, exactamente, se pueden meter los fotógrafos esos objetivos tan grandes que molestan en sus charlas a los líderes mundiales durante las ruedas de prensa. Pero corren muchos rumores al respecto. Y todos coinciden.